Para conmemorar a los fieles difuntos el próximo 2 de noviembre, una de las tradiciones más arraigadas de los mexicanos es la colocación del altar de muertos, sin embargo, esta tradición, que tiene sus orígenes en el México prehispánico, varía de acuerdo a las regiones por un tema de estandarización.
“Desde la perspectiva antropológica y social, estamos en un proceso de estandarización del altar, cuando tomamos de referente un modelo, en este caso, del centro del país, y a partir de ahí se empieza a difundir la tradición”, mencionó Selene Ortiz, licenciada en lenguas hispánicas e investigadora de esta tradición.
Luego de vivir varios años en Veracruz, la joven ha estudiado las estructuras de éstas manifestaciones culturales y cómo varían en diferentes puntos del país, por lo que explica que no es rígido pero que de origen se presenta distinto a lo que conocemos en el norte del País.
“En Xico, por ejemplo, existe una comunidad indígena y ellos lo que hacen es que adaptan lo que tienen y ahí es donde ofrecen el altar, el arte para ellos es coser la flor de cempasúchil y hacer figuras con ella”.
“En el norte cambia porque nosotros estamos buscando esa identidad, para nosotros es relativamente nuevo, a pesar de que se llevan años bombardeándonos con este tema”, complementó.
Según la tradición prehispánica, el acto de morir era el comienzo de un viaje hacia el Mictlán, por lo que el altar se conforma actualmente de diferentes niveles que representan el mundo material e inmaterial.
“Hay altares de dos niveles que representan el cielo y la tierra, otros de tres que agregan el inframundo y los de 7 niveles que representan siete niveles del purgatorio.
“En el altar actualmente utilizamos símbolos cristianos pero si nos vamos a los referentes más antiguos de esta tradición, descubrimos que no es de origen católico sino de origen prehispánico, es un camino al Mictlán, sobre el reto que cumple el alma para encontrar la paz, lo que se llama la obsidiana negra, que es el olvido, cuando te quitas las cargas y tu alma está tranquila”, agregó Ortiz.
Algunos elementos comunes de los altares son las velas, las flores de cempasúchil, la sal como símbolo de purificación y una cruz de cal o ceniza que hace referencia a purificar al espíritu de sus culpas.
Ortiz comenta que, aunque tampoco es una tradición rígida, muchas personas prefieren no poner altar en el primer año de fallecido de algún ser querido, y explica que tiene que ver con el proceso de duelo natural y las culturas.