La temperatura marcaba arriba de los 35 centígrados, el sol resplandecía en lo más alto, el sonido de las botellas de vidrio chocando con el hielo y la música de los fara rodeaba al Mercadito que lucía lleno de jóvenes y no tan jóvenes.
Así eran un sábado común en Nuevo Laredo, después de una semana larga de trabajo, decenas de personas se daban cita en Mercado “Maclovio Herrera” para relajarse y así comenzar el fin de semana.
Casi desde el mediodía comenzaban a llenar el corazón del mercadito, las pequeñas mesas con sombrillas se llenaban rápido, pero eso no importaba, porque las escaleras también servían para sentarse a echar la cheve.
Los boleros tenían buenas ventas, muchos aprovechaban el relax para lustrar sus botas vaqueras, las red wings o sus mocasines.
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El lugar se convertía en una pasarela de talentos, llegaba la banda, el trío, los duetos, música ranchera, pop, corridos, solistas, a capela o acompañados de una guitarra, todos los artistas locales tenían oportunidad de mostrarse, llevarse los aplausos de la gente y una buena propina.
Y aunque muchos no se conocían, todos convivían como si fueran amigos de mucho tiempo, porque lo que importaba era pasar un buen rato y distraerse de los problemas de la semana.
El mercadito era el punto de encuentro para pasar un buen rato con los amigos; los vaqueros, los rockeros, los fresas, estudiantes, profesores, licenciados, trabajadores, gerentes, todos disfrutaban del buen ambiente que ofrecía este pequeño, pero pintoresco espacio.
Hoy el espacio luce vacío, desde que comenzó la cuarentena los sábados en Nuevo Laredo ya no son iguales, el silencio se adueñó del lugar, ya no se escuchan los Fara fara, ni los niños vendiendo frituras, los murmullos de los visitantes se apagaron y con ellos, se apagó uno de los lugares más concurridos en la ciudad.
Hasta el día que la pandemia pase, tal vez todo vuelva a ser igual.