La transformación laboral más esperada del país ya tiene ruta trazada. La reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales, una reforma discutida durante meses en el Congreso y demandada por millones de trabajadores, comenzará a materializarse bajo un esquema progresivo que permitirá a México avanzar hacia estándares internacionales sin poner en riesgo la operación de las empresas.
El Gobierno de México adelantó que la transición se implementará de forma escalonada de aquí al año 2030. El objetivo: cambiar gradualmente la cultura laboral del país, uno de los más exigentes en horas trabajadas dentro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos OCDE.
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El impulso a esta reforma no surge de la nada. México se mantiene como uno de los países donde más horas se trabajan al año, superando con creces los promedios de naciones con alto rendimiento económico.
Expertos señalan que esta sobrecarga no necesariamente se traduce en mayor productividad y que, al contrario, afecta la salud física, emocional y familiar de los trabajadores. Con el nuevo esquema, México busca alinearse con políticas adoptadas por países latinoamericanos como Chile y Colombia, que han iniciado su propia reducción hacia las 40 horas.
¿Cuándo comenzaría la reducción de la jornada laboral?
La Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) confirmó que el modelo será gradual para permitir que empresas pequeñas, medianas y grandes se adapten sin un impacto brusco.
El calendario propuesto quedaría así:
- 2027: 46 horas semanales
- 2028: 44 horas
- 2029: 42 horas
- 2030: 40 horas
Este avance paulatino atenderá una de las principales preocupaciones del sector empresarial: la redistribución de turnos y la contratación de personal adicional. Para la STPS, el escalonamiento facilitará la transición y evitará una caída repentina en la productividad.
Un cambio que llegará, pero paso a paso
Si el planteamiento se aprueba en los términos esperados, México comenzará en 2027 una transición histórica hacia una jornada más humana, equilibrada y acorde a estándares internacionales.
La reforma podría marcar un antes y un después en la calidad de vida laboral del país, sentando las bases de un futuro donde trabajar menos permita vivir mejor, sin sacrificar la productividad.
