El Día de Muertos es mucho más que flores y comida; es un ritual profundo que refleja la cosmovisión mexicana sobre la vida y la muerte. Cada elemento del altar cempasúchil, velas, fotografías y alimentos tiene un propósito ceremonial: guiar y agasajar a las ánimas que regresan al mundo de los vivos.
Pero para quienes han perdido a un ser querido recientemente, surge una duda frecuente, ¿se puede incluir a un recién fallecido en la ofrenda del primer Día de Muertos después de su muerte?
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La tradición ancestral
Según la cosmovisión prehispánica, las almas recién fallecidas emprenden un largo y complejo viaje al Mictlán, el inframundo mexica. Durante este primer año, su tránsito es delicado y está lleno de obstáculos. Colocar una ofrenda completa antes del aniversario podría interferir con su descanso y perturbar el camino que deben recorrer.
El Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) y la Secretaría de Cultura coinciden: durante el primer año, los difuntos recientes, a veces llamados “almas nuevas”, no regresan al altar principal. Incluso se cree que ayudan a guiar a las almas más antiguas que sí participan en la festividad.
Cómo honrar a los recién fallecidos
Aunque la tradición recomienda esperar un año, muchas familias sienten la necesidad de recordar y acompañar al ser querido. Los expertos sugieren formas alternativas de homenaje, como encender veladoras, dedicar oraciones o realizar actos íntimos de memoria en casa. Estos gestos respetan el tránsito del alma sin perturbarlo.
A partir del segundo Día de Muertos, cuando el alma ya ha completado su camino inicial, puede integrarse al altar familiar con fotografía, platillos favoritos y objetos significativos. Según la tradición, los adultos se honran el 2 de noviembre y los niños el 1 de noviembre.
Tradición y adaptación
Es importante recordar que las costumbres no están escritas en piedra. Hoy, cada familia decide cómo y cuándo honrar a sus seres queridos, combinando tradición, memoria y afecto. Lo esencial sigue siendo el amor y el recuerdo, valores que mantienen vivo el espíritu de quienes han partido.
El Día de Muertos, así, se convierte en un puente entre mundos, donde el respeto a la tradición y la expresión del afecto se encuentran, guiando a los vivos y a los muertos en un ritual único y profundamente mexicano.
