Ciudad de México. Un Grito con sensación de adiós. Sí, fue la última ocasión que el presidente Andrés Manuel López Obrador salió al balcón, ante la plaza, ese espacio que fue suyo por las últimas cinco lustros.
Como colofón de su mandato y en un acto de simbolismo, fue la despedida de ese pueblo que le correspondió con gritos, llantos, mensajes y el tradicional estribillo: “¡Es un honor, estar con Obrador!”.
Grito de la transformación
A las 11 de la noche, como marca la tradición, el mandatario asomó al balcón central de Palacio Nacional, acompañado por su esposa Beatriz Gutiérrez Müller, para honrar a los héroes y heroínas de la Independencia.
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La gente, que por horas esperó en el Zócalo este momento, hizo evidente su júbilo y al grito de “¡Presidente, Presidente!”, recibió al mandatario.
La plaza llena se le entregó, como lo ha hecho desde hace años. Es el primer presidente al menos en siete décadas que encabeza su último Grito sin silbidos de desaprobación, gritos de rechazo ni mentadas.
Vinieron los vivas para honrar a quienes “nos dieron patria y libertad”.
Fueron 24 arengas (24 vivas y cuatro mueras). Un viva en principio a la Independencia; los vivas a Miguel Hidalgo, Josefa Ortiz de Domínguez, Ignacio Allende, Leona Vicario, José Maria Morelos, Vicente Guerrero; a las heroínas y héroes anónimos, a la libertad, la igualdad, la justicia, la democracia, a nuestra soberanía; también a la fraternidad universal.
Hizo un alto para lanzar los “muera”: la corrupción, la avaricia, el racismo y la discriminación.
Siguieron vivas al amor, a los trabajadores mexicanos, “que son de los mejores del mundo”, a los migrantes, a los pueblos indígenas, a la grandeza cultural de México, a todas y todos los mexicanos; y cerró con un “¡Viva la Cuarta Transformación!” Para finalmente dar paso a los tres “¡Viva México!”