En la constante búsqueda de seguridad en nuestras calles y carreteras, nos encontramos con una realidad preocupante: la proliferación de topes y reductores de velocidad.
Estas estructuras, diseñadas para disminuir la velocidad de los vehículos, se han convertido en un símbolo de la falta de educación vial y el desprecio por las normas de tránsito en varios países.
Los topes en México
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido sobre los riesgos asociados con la velocidad excesiva en zonas urbanas. Estudios respaldan la reducción de la velocidad máxima a 30 km/h, destacando que a esta velocidad, el riesgo de lesiones graves o mortales en caso de accidente se reduce significativamente.
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Sin embargo, a pesar de estas recomendaciones, parece que la cultura vial en países como México está en declive.
La realidad en las calles muestra que los automovilistas continúan sin respetar las normas. Se han instalado las cámaras de velocidad y las infracciones, pero la implementación de topes parece ser la solución preferida por las autoridades locales.
Hay una extensa variedad de topes. Esta falta de estandarización resulta en una variedad de estructuras con diferentes alturas, pendientes y materiales, algunas de las cuales representan un peligro para los conductores y usuarios vulnerables de la vía.
La circulación de los vehículos
Los accidentes causados por estos reductores de velocidad son demasiado comunes. La respuesta de las autoridades viales ante estos incidentes suele ser que los topes son obstrucciones a la libre circulación de los vehículos.
Sin embargo, en jurisdicciones provinciales o municipales, el diseño y control de estos reductores recae en las autoridades locales, lo que conduce a una falta de uniformidad y seguridad.
La presencia de estos implementos se ha normalizado tanto que los conductores han desarrollado técnicas para pasarlos sin dañar sus vehículos, lo que refleja una adaptación a una cultura vial defectuosa.
Este comportamiento irresponsable, que incluye dañar deliberadamente los reductores para evitar frenar, es indicativo de una sociedad que ha perdido el respeto por las normas y la seguridad vial.
Aplicación de las normas de tránsito
Es evidente que se requiere un cambio en la educación vial y una mayor aplicación de las normas de tránsito. Sin embargo, esto debe ir acompañado de una reflexión individual sobre nuestra responsabilidad como conductores y ciudadanos.
Los lomos de burro y reductores de velocidad no son la solución al problema, sino más bien un síntoma de una cultura vial en decadencia que debemos abordar con urgencia y determinación.