INEXPLICABLE

Por jugar a la ouija, jovencita vive sucesos paranormales en su casa

Alondra, quien en esos años cursaba la secundaria, juntó dinero para una de las peores inversiones de su vida; "sentía que se iba subiendo la cama y el techo se miraba más cerca, y empecé a rezar"

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*Alondra tiene 41 años, pero en su etapa de adolescente vivió diversos sucesos paranormales, mientras estudiaba en secundaria. Ella cree que fue por haber jugado a la ouija.

En aquellos años, mediados de los 90, vivía en el oriente de Nuevo Laredo, y fue a una papelería muy popular en la ciudad, sobre la avenida Ocampo, donde compró el rectángulo de madera. Apenas pagó unas monedas por la ouija, Alondra comenzó a usarla junto a "Cristóbal, Diana de la secu, Chris", sus amigos y vecinos.

Con nervios por usar por primera vez esta tabla, cuenta Alondra que la ouija dijo que su nombre era Rhina, una mujer que se había suicidado. El grupo de amigos solía realizarle preguntas sobre situaciones que aún no ocurrían, a las que Rhina acertaba, lo que verificaban días o semanas después.

Imagen ilustrativa

Graciela, madre de Alondra, comparte que en esa época su marido estaba desempleado, por lo que la familia se hallaba en una situación económica comprometida, así que, en compañía de su hija, decidió preguntarle a la ouija si el hombre conseguiría trabajo pronto.

"Me dijo que sí, entonces le pregunté si iba a regresar a los camiones (urbanos) y volvió a decir que sí. Por último, le pregunté el número del camión que le iban a dar y dijo que el 91 y sí, fue ese el camión que le dieron a Chino (apodo de su ya fallecido esposo) como a las dos semanas, un Kilómetro 15 nuevecito".

Hasta aquí todo parece miel sobre hojuelas, pues a casi todas las personas les gustaría saber sobre sucesos del futuro, pero a la entonces menor de edad Alondra le comenzaron a pasar cosas que se podrían considerar paranormales, como escuchar voces de la nada o sentir que la observaban, incluso estando en la soledad de su habitación, con candado.

Una vez, me estaba quedando dormida, cuando se empezó a elevar la cama, se sentía que se iba subiendo y el techo se miraba más cerca, y empecé a rezar

Alondra prosigue relatando que “la ouija estaba en unos sillones al pie de la cama, y cuando terminé de rezar bien rápido el Padre Nuestro la cama cayó, o sea, se sintió, y yo pensé que había alguien abajo de la cama y me asomé y no, no había nadie".

Presa del miedo, Alondra decidió regalarle la ouija a uno de sus vecinos y amigos, Cristóbal, pero el papá de él se la regresó, posiblemente al saber de lo que le estaba sucediendo a Alondra, por lo que esta última optó por tirarla a la basura, luego de lo cual se acabaron sus problemas, ¿casualidad o superstición? No se sabe. Lo que sí es que Alondra nunca volvió a jugar con esa ni otra ouija en el resto de su vida, además de que ahora les recomienda a sus hijos, de 17 y 15 años, a tampoco hacerlo.