Francisco I. Madero es recordado como uno de los presidentes de México más destacado, que menos tiempo estuvo en el poder, sin embargo se le reconoce que pudo derrocar el régimen de Porfirio Díaz. El destino de este hombre, mártir para muchos, fue trágico, la traición y las mentiras lo llevaron a su triste desenlace.
Un 22 de febrero de 1913, junto con José María Pino Suárez eran llevados a Lecumberri, donde hoy se encuentra el Archivo de la Nación. Sin embargo en el camino, fueron asesinados, la traición vino de Victoriano Huerta, pero más aún, esta puñalada por la espalda terminó con la firma del documento el Pacto de la Ciudadela, mejor conocido como el Pacto de la Embajada.
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La historia señala que mientras eran llevados a Lecumberri, Cecilio Ocón, un partidario de Félix Díaz los obligó a bajar de los vehículos en que eran trasladados y aparentó un ataque a los vehículos, pero todo se trató de un ataque directo. La idea era deshacerse de cualquier forma de Madero y de Pino Suárez.
Madero y Pino Suárez fueron asesinados atrás de la penitenciaría por Francisco Cárdenas y la orden la giró Huerta.
Fue el 23 de febrero que Victoriano Huerta, proclamado presidente de México anunció que Madero y Pino Suárez fueron víctimas de un ataque de grupo armado.
Fueron atacados por un grupo armado que intentó asaltar los automóviles y habiendo bajado la escolta para defenderse, al mismo tiempo que pretendían huir los prisioneros tuvo lugar un tiroteo, del que resultaron heridos dos de los agresores y muerto uno, destrozados los autos y muertos los prisioneros.
Este episodio mancha la historia de México, pues un hombre que buscaba cambiar la historia fue traicionado y asesinado. Huerta consumó una puñalada por la espalda contra el expresidente.