La milenaria técnica de utilizar larvas vivas de mosca para curar heridas está resurgiendo en algunos hospitales ante la creciente escasez de antibióticos efectivos.
Esta práctica utiliza larvas de dos especies de moscas que son criadas, alimentadas y esterilizadas con fines médicos específicos.
Larvas de mosca para curar heridas
Históricamente, civilizaciones como los mayas en América Central y los aborígenes australianos empleaban larvas para tratar heridas. Los mayas, por ejemplo, exponían tejidos bañados en sangre al sol para atraer moscas y luego aplicaban estos tejidos en heridas humanas, donde las larvas ayudaban a la curación.
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En Europa, durante la Edad Media y hasta la Primera Guerra Mundial, los médicos también documentaron el uso de larvas para tratar heridas en situaciones extremas.
La técnica cayó en desuso con el advenimiento de la penicilina y otros antibióticos en el siglo XX. Sin embargo, la creciente resistencia de las bacterias a los antibióticos ha llevado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a identificar este problema como una de las mayores amenazas para la salud pública.
Esto ha impulsado a profesionales de la salud a reconsiderar la terapia larval como una opción viable para tratar heridas crónicas e infectadas.
Primer estudio
El primer estudio clínico de esta práctica fue realizado por el médico estadounidense William Baer durante la Primera Guerra Mundial. Baer observó que las larvas en las heridas de soldados expuestos a condiciones insalubres no solo prevenían infecciones graves, sino que también ayudaban a la cicatrización.
A pesar de que su falta de esterilización adecuada provocó infecciones secundarias en algunos casos, el potencial de las larvas para curar heridas quedó claro.
Hoy en día, esta terapia es mucho más higiénica y controlada. En el Reino Unido, por ejemplo, solo se utiliza la especie de mosca Lucilia sericata para estos tratamientos. Las larvas son desinfectadas en laboratorio y colocadas en pequeñas bolsas biológicas permeables que se aplican sobre la herida durante un máximo de cinco días.
Estas larvas se alimentan del tejido infectado y secretan sustancias que promueven la curación, reduciendo así la necesidad de antibióticos.
Quitar el 'asco'
El uso de esta técnica se ha expandido en algunos hospitales del Servicio de Salud Pública británico (NHS) desde la década de 2000 y ha sido aprobada por la FDA en Estados Unidos. Sin embargo, su adopción sigue siendo limitada debido a la repulsión que provoca en muchos pacientes y profesionales de la salud.
La resistencia bacteriana está impulsando nuevas investigaciones sobre la terapia larval y sus aplicaciones futuras. Aunque la percepción negativa hacia las larvas persiste, es benéfico reeducar a la población sobre sus beneficios médicos.
La terapia con larvas podría convertirse en una herramienta vital en la lucha contra las infecciones resistentes a los antibióticos, salvando extremidades y vidas en el proceso.
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