Una pequeña realizó el regalo más inusual del mundo, al darle a su mejor amiga una "pulsera de la amistad", resultando ser el juguete sexual de su madre.
Para cuidar la privacidad y la discreción de las personas, algunas empresas diseñan sus juguetes sexuales aparentando ser otro tipo de cosas más inocentes. Esto es lo que probablemente pasó en el Estado de Pensilvania, Estados Unidos, cuando Kahla Maneely contó su historia a través de sus redes sociales.
Su hija Myla Eisenhower se encontró por accidente con un anillo vibrador, el cual confundió con una pulsera común y corriente, debido al color púrpura del que estaba hecho.
Al parecerle bonito, decidió llevarlo al colegio, donde lo regaló a su mejor amiga como "símbolo de su amistad". La otra menor, insospechadamente presumió a sus padre el obsequio recibido por Myla, quienes inmediatamente sospecharon del objeto.
Investigando más a fondo descubrieron la verdad: se trataba de un juguete sexual vibrador hecho de silicona.
Tras el inesperado regalo, la madre de la amiga de Myla se puso en contacto con Kahla, quien recibió el primer mensaje con una fotografía adjuntada.
“¿Oye, tu hija le dio esto en el autobús hoy? “Tu hija podría haber estado en tus cosas jajaja”, rezaba el mensaje junto a una imagen de un juguete sexual sobre un paño de cocina.
Con toda la vergüenza del mundo, Kahla aceptó su error y le indicó a la otra mamá el objeto como suyo. Insistió en que el juguete sexual era completamente nuevo, sin usarse, para deslindar alguna otra responsabilidad con el hecho.
"No sabía qué hacer, nunca había estado tan avergonzada en toda mi vida. Pasé diez minutos mirando mi teléfono tratando de pensar en una buena respuesta porque no sabía qué decir. Le respondí el mensaje y tan pronto como lo envié me reí tanto que no podía respirar”, indicó Kahla Maneely al diario inglés Daily Mail.
La pulsera de la amistad, que resultó ser un juguete sexual, fue el regalo menos esperado y más inusual que pudo tener una menor de edad. Afortunadamente todo quedó en una historia graciosa para la posteridad.
Jesús García