En dos semanas llegará el Día de Muertos, con ello el tradicional Altar que hace honor a los fieles difuntos y principalmente se honra a nuestros seres queridos ya sean familiares o amigos.
Esta tradición es una fusión de la cultura de nuestros antepasados indígenas, y de la doctrina católica.
Si nunca has puesto uno, y hoy deseas hacerlo, aquí te decimos cómo, incluso podrás encontrar más detalles que quizás desconocías. Eso sí: si hay niños difuntos deben tener un altar para ellos y no junto con el de los difuntos mayores.
Cada elemento del altar tiene un significado e invita a los espíritus a viajar desde el mundo de los muertos para convivir con su familia y hacerles llevadero el viaje de regreso.
Arco: Representa la entrada al mundo de los muertos. Se adorna con flor de cempasúchil.
Agua: Refleja la pureza del alma y el ciclo continuo de la regeneración de la vida (que tiene que ver con la cosecha) Además, calma la sed del espíritu.
Niveles: Los altares tienen por lo menos dos niveles (la tierra y el cielo). Algunos disponen de tres (incluyen el purgatorio para unos, o el inframundo para otros), y el más tradicional, siete (los pasos para llegar al cielo).
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Copal o Incienso: Desde la época prehispánica se le atribuía al copal el poder de purificar el ambiente.
Fotografías: Imágenes de quienes fallecieron y a quienes se dedica el altar. Se colocan en el nivel más alto.
Alimentos, frutas y bebidas: Las favoritas de los difuntos, aunque tradicionalmente: mole con pollo o guajolote, tortillas, frutas (mandarina, caña, limas y tejocotes) y dulce de calabaza, además de maíz, frijol y chile. Entre las bebidas, que no falte el chocolate preparado con agua.
Pan: Alimento para las ánimas.
Miniaturas: En muchos lugares se colocan en el altar miniaturas en barro o papel maché de calaveritas bailando, tocando instrumentos musicales, jugando y disfrutando la vida de diferentes maneras. Es un modo alegre de adornarlos.
Sal: Simboliza la purificación de los espíritus en el purgatorio.
Flores: El cempasúchil (o zempoalxóchitl) es la flor tradicional que se usa en los altares porque su aroma guía a los espíritus al mundo de los vivos. A los niños se les pone alhelí y nube, que representan pureza y ternura. Es común poner caminos de pétalos para guiar a los difuntos al altar.
Calaveritas: Están distribuidas por todo el altar y pueden ser de azúcar o de barro. Generalmente son muy coloridas. Lo ideal es que cada difunto tenga una con su nombre.
Pan de muertos: Tiene forma de domo, está adornado con huesos que forman una cruz y una bolita arriba —el cráneo—. Hay que ponerlo en el altar y, además, disfrutarlo con la familia.
Velas cirios o veladoras: La luz simboliza la esperanza y es una guía para que las ánimas lleguen a nuestros hogares y para alumbrar su camino de regreso a su morada. Generalmente, hay una vela por cada difunto. Pueden ser blancas (pureza) o moradas (duelo).
Papel picado: Representa la alegría por la visita de los fallecidos y simboliza el viento (¿recuerdas lo de “volar como banderas”?).
Objetos personales: Los más preciados de los difuntos. A los niños se les deja un perrito izcuintle (xoloitzcuintle) de juguete para que se sientan contentos al volver.
Extras
Dulces: Para los muertos chiquitos, los altares llevan dulces de alfeñique de diferentes formas, como animalitos o flores.
Aseo: En algunos altares es frecuente encontrar jabón, espejo, toalla y peine para que los muertos se limpien al volver.
Cruz: De sal o de ceniza, a un lado de la imagen del difunto.
Petate: Puede ser pequeño o grande. Es importante porque sirve para dormir, como mantel para poner en él los alimentos y como mortaja.
Golletes y cañas: Los golletes son panes en forma circular y se colocan sostenidos por una caña. Simbolizan el tzompantli, la empalizada donde se dejaban los cráneos de los enemigos en épocas prehispánicas.