Un historiador realiza investigación sobre la vagancia y sus castigos en Tamaulipas. A los acusados por este delito, se les enviaba a un Tribunal de Vagos, en el que debían defenderse o recibir un castigo, que incluía desde tomar las armas, o ser enviado a trabajar en obras u otros oficios forzados.
El documento “Vagancia y ociosidad en Tamaulipas (1825-1857)”, fue preparado para la tesis de maestro en historia del investigador Jorge Alejandro Pesina Rodríguez.
CASTIGO A LA POBREZA
“La documentación sumaria del ramo criminal (en este caso en términos generales) ayuda a reconstruir la vida cotidiana de los grupos marginales. En este sentido, se trabajaron los vagos, ebrios, delincuentes y todo aquél individuo que no acataba las leyes y que, por lo general, según se puede intuir, pertenecieron a la clase pobre. Fue en los primeros en los que me enfoqué para realizar este trabajo de investigación”, señala Pesina Rodríguez.
“En México, la concepción de la vagancia ha sido variante, desde la época colonial. Es a partir del siglo XIX (y especialmente desde la etapa independiente) cuando se le da un carácter delictivo más allá del conductual. Se intentó combatir de diferentes maneras, ya fuera por medio de castigos como el encierro, la colonización y las obras públicas; a través del discurso tanto clerical como político; así como con el ejemplo, tanto en escritos literarios como en discursos patrióticos, etc.
“El trabajo como pena para castigar a los vagos fue la opción económica que mejor se acomodó a las demandas del gobierno para la utilización de los delincuentes. Fue la respuesta que igualaba a los otros castigos de delitos menores.
Por ello “el cuerpo se encuentra aquí en situación de instrumento o de intermediario; si se interviene sobre él encerrándolo o haciéndolo trabajar, es para privar al individuo de una libertad considerada a la vez como un derecho y un bien”. Durante la etapa colonial, en la Nueva España, la pobreza fue para los hombres de la alta sociedad un inconveniente debido al mal aspecto que mostraban en las calles los pobres.
CREAN TRIBUNAL DE VAGOS
El proceso que se llevaría a cabo para declarar culpable o inocente al sentenciado estaría a cargo principalmente del Tribunal de Vagos, institución judicial que a través de los años estaría a cargo de diferentes empleados del gobierno. Dicha institución dependía ya fuera del Ayuntamiento o cabildo, Jefatura Política o del edificio judicial que tuviera jurisdicción en esa región, así también de la época en que se encontraran.
“Una vez estando en el Tribunal de Vagos, el preso debía justificar su inocencia bajo testigos, librándose o no de su pena”.
¿ES UN VAGO O SÓLO UNA PERSONA POBRE?
“A partir de los individuos que dañaban la sociedad y el buen gobierno, se comenzó a tipificar al vago no solamente como una persona que se dedica al ocio, que era holgazán y que vivía de lo que le daban como limosnas, sino también como un ebrio, apostador, persona que tiene un trabajo pero no lo ejerce siempre, inclinado al robo, etc.
La vagancia comenzó a transformarse en un problema moral, pecaminoso, pero además delictivo y económico. De manera general, los vagos y ociosos tenían sus propias descripciones, aunque, en cuestiones legales, estuvieran englobados en las mismas normas.
Menciona Tania Sagastume que, en materia de vagos, “estos términos tenían varias acepciones y aparecían vinculados a otros términos como ‘mal entretenido’ y ‘holgazán’”, mientras que para el término ocioso, “en el vocabulario de antiguo régimen el ocio tenía tres acepciones: 1. la cesación del trabajo, 2. la diversión durante el descanso de otras tareas y 3. el vicio de no trabajar y de perder el tiempo inútilmente”.
“Para poder llevar a cabo el cambio social y económico, los grupos dominantes utilizaron diferentes proyectos políticos y religiosos que buscarían proveer en cada individuo un modelo de conducta que se amoldara a los deseos de la sociedad, es decir, del conjunto de individuos relacionados entre sí ya sea por su convivencia o por una demarcación territorial y que forman una colectividad.
Los medios que se utilizaron (además de los antes expuestos) para concientizar al pueblo mostrándole que la vagancia y demás delitos eran todo lo contrario a lo que la nación necesitaba, fueron a través de la pérdida de la ciudadanía y la suspensión de sus derechos. Al perder la ciudadanía también se perdía el derecho al voto, motivo por el cual pasaban desapercibidos al momento de elegir un representante; otros derechos que se perdían los ubica David Basilio al mencionar que el “derecho de petición, de representación procesal, están reservadas exclusivamente para los ciudadanos”.
Al considerar la élite que la delincuencia era una plaga y lo más deshonroso que existía en el ser humano, tal parece que se fue adjudicando a la precariedad esta práctica, por ello era más común ver en los pobres la necesidad de mejoramiento, dándoseles la connotación de vagos y malhechores.
Como lo dice Miguel Ángel Isais: “fuera de la relevancia de las fuentes, el problema de la vagancia […] se configuró dentro de un marco legal que lo caracterizó como un hábito que antecedía a la delincuencia y, al final del periodo, íntimamente ligado con la mendicidad”.
“La clase media y alta también estarían consideradas dentro de los estatutos marcados por los decretos contra la vagancia, pero sería muy diferente al momento de aplicarse las leyes.