LA CONQUISTA

Tzilacatzin, el guerrero indómito que aterrorizó a los españoles y nunca fue vencido

La figura legendaria de este indígena otomí se hizo un mito entre los conquistadores y su solo nombre infundía un miedo infinito que los hacía huir antes de enfrentarlo

Tzilacatzin, el terror de los conquistadores.
Tzilacatzin, el terror de los conquistadores.Créditos: Ilustración
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En las profundidades de la obra "La Visión de los Vencidos" de Miguel León Portilla, emerge la figura legendaria de Tzilacatzin, un guerrero otomí cuyo coraje desafiante resonó a lo largo de la época prehispánica durante La Conquista.

De acuerdo con los registros, Tzilacatzin no solo fue temido por quienes un tiempo fueron sus adversarios mexicas, sino que también se destacó en la cruenta batalla contra los invasores españoles.

Tzilacatzin, el terror de los conquistadores

Después  la matanza en el Templo Mayor, este guerrero valiente, junto con Tzoyectzin y Temoctzin, resistió ferozmente ante el avance de los conquistadores.

Su destreza en combate, descrita por León Portilla, cuenta cómo Tzilacatzin enfrentó a los españoles con una ferocidad que llevó al repliegue de los invasores. Pedro de Alvarado, impresionado y humillado, ordenó su persecución. Sin embargo, el guerrero, astuto y audaz, logró burlar a sus perseguidores mediante ingeniosos disfraces.

El historiador relata cómo Tzilacatzin, armado con tres grandes piedras, continuó desafiando a los conquistadores, lanzándolas con precisión mortal. A pesar de los intentos de los españoles por capturarlo, el guerrero persistió, demostrando su valentía y estrategia táctica.

Tzilacatzin gran capitán, muy macho, llega luego. Trae consigo bien sostenidas tres piedras: tres grandes piedras, redondas, piedras con que se hacen muros o sea piedras de blanca roca. 

Una en la mano la lleva, las otras dos en sus escudos. Luego con ellas ataca, las lanza a los españoles: ellos iban en el agua, estaban dentro del agua y luego se repliegan.

El guerrero otomí también llevó consigo una carga emocional, expresando profunda tristeza por las comunidades que, influenciadas por el odio hacia los mexicas, se aliaron con los invasores, sellando así la derrota de los pueblos originarios.

Aunque el destino final de Tzilacatzin permanece desconocido, su legado perdura como un recordatorio de la resistencia indígena durante uno de los periodos más tumultuosos de la historia.

Su amor por el pueblo, sus hazañas extraordinarias y su capacidad para desafiar a los conquistadores lo convierten en un héroe inmortal, cuya memoria sigue viva en las páginas de la historia prehispánica.